Parece que, en las diferentes direcciones de tránsito de nuestros gobiernos locales y regionales, no existen directores ni empleados, sino, fantasmas salidos de ultratumba, que como cocheros de la parca han venido a llevar a otros fiambres al más allá. No existe otra explicación, cómo es que teniendo plata, poder y trabajadores recolectados de las campañas no puedan hacer nada por prevenir tragedias con choferes de ómnibus, de motocarros, de camiones, en total estado de delirio mental. En Iquitos, existe un grupo de sicólogos y siquiatras, acudan a ellos, para hacer un examen sicológico a los conductores y, el que aprueba, que maneje, el que no, que vaya a un centro de rehabilitación mental. No es posible que hasta la fecha no se tenga un programa de revisión técnica para camiones y ómnibus que se encuentran circulando en nuestras frágiles calles a gran velocidad. Mire, por ejemplo, por la avenida Quiñones, camiones volquetes, llevando cargas sin precinto de seguridad. No vaya a ser que cuando estén los del APEC, un ladrillo o un pedazo de madera rebote en la cabeza de uno de ellos, o para hacer reaccionar, en la brillante cabeza del presidente del gobierno regional, de su vicepresidente, del alcalde o de algunos de sus familiares o de los funcionarios de transporte que parecen directores de tragedias. ¿No es posible detener esta carga potencialmente mortal? A estos potenciales asesinos que manejan ómnibus, colóquenlos cintas o collares con chips que se comuniquen con un centro satelital; en Estados Unidos de Norteamérica, en Japón y, en la misma China, estos aparatos son baratos, 0.50 centavos de dólar. De esta manera, como a los delincuentes o a los perros de esas zonas se les podría controlar las velocidades y los ruidos que le imprimen a sus carros y motocarros. Que los famosos inspectores de tránsito vayan a los garajes a verificar el estado en que salen a trabajar los carros y, a comprobar si los conductores están ecuánimes, si no están drogados. Creo que, el dinero en hacer propaganda subliminal debería ser utilizado en formar brigadas, por supuesto remuneradas, de jóvenes que patrullen las calles y los vehículos, y conjuntamente con los policías sancionar a los infractores.
De lo contrario, mucha gente afectada va a desequilibrarse por la falta de autoridad y va a salir, como el actor de la película, ‘día de furia', a hacer justicia, y, con una metralleta borrar de la faz de la tierra a todos los abusivos.
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